¿Tu hijo o hija se hacen pipí en la cama y ya tienen edad para controlar sus esfínteres?
¿Sabes cual puede ser su conflicto emocional?
Puede deberse a un abuso, a un conflicto de separación o miedo a alguno de sus padres.
Desde la biodescosificacion puedes entenderlo y ayudar a tus pequeños de un modo diferente y efectivo.
Cada niño es un mundo y debe ser amado y comprendido atendiendo y respetando siempre sus circunstancias personales y su forma de ser, teniendo en cuenta su propio ritmo de aprendizaje y evolución. Si alguna etapa de su maduración no es superada en un plazo razonable se debe observar con atención el ambiente que le rodea, principalmente en el núcleo familiar.
Este es el caso de la enuresis o incontinencia urinaria, entendida como la emisión involuntaria e incontrolada de orina una vez superada la edad de cinco o seis años, cuando se supone que el niño ya debería haber alcanzado el control vesical.
A veces la enuresis se da en un contexto de separación abrupta e inesperada sufrida por los hijos.
Es muy común que esta enfermedad empiece a manifestarse cuando se producen divorcios o separaciones.
La nueva situación familiar que surge lleva a los hijos a sentir de forma angustiosa la separación o salida del hogar de uno de los progenitores, normalmente el padre.
La alternancia de los hijos en la custodia compartida, unos días con la madre y otros con el padre, no suele mitigar la catástrofe emocional. De esa desubicación territorial puede emerger un intenso conflicto emocional de no saber ni cuál es su lugar ni a quién pertenecen, si al padre o a la madre.
Ahí entran en juego los matices que componen la constelación cerebral de la que surge le enuresis. Por un lado, el anhelo de marcar y delimitar un territorio que no es el habitual en el que desarrollan sus vidas, un nuevo hogar que todavía no sienten como propio, en el que pareciera que sólo están de visita de vez en cuando, donde aún no echado raíces.
Por otro, la angustiosa sensación de separación, principalmente referida al progenitor que abandonó o tuvo que abandonar el hogar familiar y que ya no forma parte de sus vidas a diario, aunque exista un contacto puntual periódicamente.
Otras veces esa combinación conflictiva de seguridad y delimitación territorial que origina la enuresis está referida al miedo del hijo hacia uno de los progenitores, sobre todo al padre.
La enuresis siempre pone en evidencia que el niño que la sufre reprime sus emociones. No encuentra la vía de salida para expresar sus angustias y sus miedos.
Niños que sienten la angustia de no cumplir las expectativas puestas en ellos. En otros casos, menos frecuentes, el conflicto que está detrás de la enuresis no es la angustia por la separación sino, precisamente, el anhelo del hijo de mantener alejado a alguien.
Esta circunstancia se da cuando, por ejemplo, un niño o una niña han sido abusados o violados por alguna persona, normalmente perteneciente al núcleo familiar.
La enuresis, con la suciedad y el hedor que la acompañan, representa en estos casos una barrera biológica, una tentativa inconsciente para disuadir y ahuyentar al abusador.
Sólo desde la búsqueda y localización de los conflictos emocionales subyacentes es posible proceder a su correcta descodificación y, por ende, a la curación definitiva.
Es imprescindible que los padres y, a partir de la adolescencia, también los hijos que sufren enuresis tomen plena conciencia de la situación y de los conflictos emocionales detonantes para adoptar las medidas correctoras oportunas que permitan neutralizar este problema.
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